¿Con qué calidad moral critican a Alejandro Barroso?

Tehuacán, Puebla – agosto de 2025

El arranque de la remodelación del Parque Juárez ha servido de excusa perfecta para que se suelte la jauría. En vez de debatir con argumentos, algunos personajes prefieren ladrar con hipocresía. Las críticas no son malas –de hecho, son sanas–, pero cuando vienen de los mismos de siempre, huelen más a nostalgia por los privilegios perdidos que a auténtico interés por Tehuacán.

En ese contexto, es válido preguntar: ¿Con qué cara, con qué estómago y con qué memoria vienen ahora a rasgarse las vestiduras?

Porque una cosa es criticar desde la razón y otra muy distinta, berrear desde el rincón del resentimiento. Hay quienes hoy arman dramas de telenovela por el Parque Juárez, pero que cuando Álvaro Alatriste secaba laureles, Félix Alejo repartía cemento como confeti o Pedro Tepole convertía el centro histórico en pista de antros, se quedaban calladitos. O peor, aplaudían con la mano estirada.

Ah, pero ahora sí resulta que todos son arquitectos expertos, ambientalistas de WhatsApp y defensores de la memoria urbana… justo cuando gobierna alguien que no se les arrodilla. Qué conveniente.

Alejandro Barroso Chávez no llegó al poder en paracaídas ni como cuota de grupo político. Llegó con formación, con historia, con resistencia. Médico, exdiputado, servidor público con vocación. En menos de un año ha tenido que administrar las ruinas que dejó Pedro Tepole, ese sí, todo un campeón del derroche y el despilfarro: fiestas, licitaciones a modo, obras fantasmas, facturas felices y una corte de aduladores con nómina VIP.

Y ahora resulta que los mismos que se beneficiaron de ese reinado del cinismo, quieren dar lecciones de transparencia.

Barroso ha enfrentado sabotajes internos, estructuras oxidadas que chillan cada vez que se les toca el privilegio. Pero ahí está. Avanzando en seguridad, obra pública, orden administrativo. Todo sin contratar un solo peso de deuda, sin fotos de cuerpo completo cada tres horas, sin hacer de cada acción un show, y con una claridad de rumbo que escasea en la política local.

¿La obra del Parque Juárez? Sí, polémica. ¿Perfecta? No. Pero legal, planeada, pública y parte de un proyecto mayor de rescate del centro histórico. No todo son baches y drenajes. También se requiere identidad, espacios dignos, cultura y dignificación del entorno urbano.

Y sí: el recurso viene del FAISMUN. Y aunque a algunos les pique, la ley lo permite. Punto.

El debate es válido. Lo que preocupa es quién lo encabeza.

Porque cuando uno ve a ciertos periodistas “de línea priista” –que en sus tiempos eran más aplaudidores que cronistas– hablar hoy de “ética”, uno no sabe si reír, llorar o regalarles un espejo. Se les olvidó que defendieron a caciques, callaron ante el saqueo y usaron el micrófono como palanca para cobrar favores.

Hablan de “buen periodismo”, pero sus columnas parecen obituarios de sus propios privilegios. No se trata de censura. Se trata de congruencia. Porque si tú fuiste parte del lodazal, no puedes salir ahora a venderte como paladín de la limpieza.

La crítica es necesaria, pero solo tiene valor si viene de quien tiene las manos limpias. Porque si viene de quien rentó su pluma, vendió su silencio o protegió corruptos por contrato, entonces no es crítica, es chantaje frustrado.

Tehuacán no necesita santos. Necesita gente valiente. Y Alejandro Barroso, con todos los obstáculos, ha demostrado más carácter que muchos de sus antecesores juntos. Ha roto pactos, ha sacado cuentas claras y ha puesto orden donde antes solo había compadrazgo.

¿Se equivoca? Claro. ¿Es criticable? Por supuesto. Pero no por los mismos de siempre.

Porque no todos los que gritan lo hacen por justicia.
Algunos solo gritan porque ya no hay pastel para repartir.

Disculpe las molestias… pero aquí también se hace periodismo con colmillo, memoria y archivo.

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